En cada rincón de una botella de vino reside la historia que la hizo posible. Esa es la esencia de este lugar. Porque los muros de nuestra casa son una biografía en la que ya han escrito tres generaciones. Un viaje familiar. El de Mariano Conde Caballero y Moisesa Camazón Benito, autores de las primeras letras. Su luna de miel es el primer capítulo. Llegaron a Santander desde la provincia de Valladolid, recién unidos, y eligieron quedarse para siempre. Venderlo todo y empezar de cero en un nuevo hogar en la España de 1949. Ellos pusieron en marcha un negocio que caló de lleno en su hijo Andrés, empeñado en darle forma a su párrafo del texto. En dejar su sello. Él le dio un vuelco e hizo realidad su idea: la búsqueda del mejor producto para su despensa y, sobre todo, para una bodega que ganó referencias, acentos y fama. Hasta convertirse en un museo lleno de sabores de las mejores viñas y también de las curiosidades de todo el mundo, con más de 10.000 ejemplos. Una fórmula ahora en manos de Andrés y de su hermano Juan Conde Laya, encargados de cuidar una herencia de tradiciones y pasión por la gastronomía, sin perder el tren de los tiempos.
¿Y por qué La Cigaleña? Porque el viaje empezó en el pueblo de Cigales. Allí estaba el hogar que dejaron Mariano y Moisesa para empezar su viaje, una aventura que ahora prosigue en cada sorbo de la copa que elijan…